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Ricardo Gangeme
Mayo 13, 1999

Case: Ricardo Gangeme



Sombras, nada más:

March 19, 2000
Jorge Elías

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Detrás de la decidida campaña contra la corrupción en todos los órdenes, en especial el provincial, que encaró desde sus comienzos el semanario El Informador Chubutense, de Trelew, había serias dudas sobre los motivos que guiaban a su propietario y director, Ricardo Gangeme, asesinado el 13 de mayo de 1999, a la 1.28 de la mañana, en la puerta de su domicilio. Tenía 51 años.

Las dudas, de hecho, han derivado en un laberinto: hay seis detenidos de poca monta que se niegan a hablar por los códigos que rigen el submundo del que provienen; tres de ellos, señalados como instigadores, no reunirían los cargos suficientes para continuar privados de la libertad.

Hasta el juez que instruye la causa, Omar Florencio Minatta, admite: "Hay alguien más, seguramente". Un cerebro, digamos. Alguien que se habrá visto comprometido por las denuncias que publicaba Gangeme (documentadas, en su mayoría, con reproducciones de fascímiles) o, tal vez, como contrapartida, por los trascendidos con los que, a veces, enlodaba el buen nombre y honor de personas ignotas cuyos apellidos jamás habían aparecido en letras de molde. Como sucedió, según cuentan, con la presunta relación entre un profesor y la directora de un colegio; no era ella, en realidad.

Cara y ceca de la misma moneda. De un asesinato a sangre fría que, después del brutal crimen del fotógrafo José Luis Cabezas, reeditó en la Argentina la posibilidad macabra de que el mejor antídoto contra la palabra, verdadera o falsa, sea el silencio. Es decir, la muerte. Pero, al mismo tiempo, cae de canto otra arista: aspectos íntimos de la vida de Gangeme, o de su proceder como periodista, que podrían haber influido en el desenlace.

"La bala pudo provenir de cualquier lado -conviene Bernardo Feldman, hoy director de El Informador Chubutense-. El juez Minatta tomó la causa con seriedad, pero existen dudas. No hubo detenciones por pruebas contundentes, sino por indicios. Falta el autor intelectual."

En ello coinciden, curiosamente, amigos y detractores de Gangeme. Varios elementos, entreverados por su vida nocturna y sus relaciones, desviaron la atención, en cierto modo, hacia las arenas movedizas de un enigma: ¿por qué lo mataron?

"Nadie quiere una investigación"

"A Ricardo lo mataron por lo que escribía -esgrime Eugenio Encinas, médico que presta servicios para la policía desde hace más de dos décadas y que entabló amistad con Gangeme, en Trelew, desde que arribó de Buenos Aires, en 1992-. Si hubiese sido un periodista deportivo, de cultura o de espectáculos, no habría pasado nada. El manejaba mucha información y sacaba a la luz la impunidad. Parece que nadie quiere una investigación profunda, señal de que todos somos culpables".

Gangeme, a diferencia de sus pares, iba armado. Cinco días antes de su muerte había sido amenazado en la calle por Héctor Fernandes, empresario local asociado con Carlos Spadone, asesor del ex presidente Carlos Menem y copropietario de las bodegas Menem. Tienen inmuebles en Trelew, tierras en Puerto Madryn (cerca de allí) y una estancia a la vera de los Andes.

Fernandes, descendiente de portugueses, venía siendo blanco de munición gruesa de El Informador Chubutense por una sobrefacturación de un 2458 por ciento a la Cooperativa Eléctrica, de Trelew. En dólares, ocho millones.

De ahí que el juez Minatta haya ordenado, apenas se produjo el crimen, el allanamiento de su casa, en el centro de la ciudad, en busca del revólver, calibre 38, marca Smith and Wesson, cuyo disparo certero, en la sien izquierda, liquidó a Gangeme. Fue en vano.

"No lo indagué porque no tenía nada contra él", repone el juez Minatta. Pero quedó, cual correlato, la sospecha. Sospecha que, según Fernandes, no tiene fundamento: "No lo amenacé -indica-. Aquella noche, en el garaje de Vittorio (bar de su propiedad, en el centro de Trelew), le recriminé que me pegaba con noticias que habían aparecido hacía un año en los diarios, y le recordé que estaba pagándole un préstamo bancario, de 15.000 dólares, que firmé como garante. Iba con mi familia, en la camioneta".

Voces de amigos de Gangeme replican, sin embargo, que la amenaza existió: "Vas a pagar con tu vida lo que estás escribiendo", recuerdan que dijo. Y que, por esa razón, radicó la denuncia en la comisaría. Era llovido sobre mojado: el socio gerente de una concesionaria de autos, Edgardo Nervi, temeroso también de las eventuales represalias de Fernandes, había radicado una denuncia similar contra él.

En la comisaría de Rawson, la capital provincial, a 20 kilómetros de Trelew, Daniel Vitti, el principal sospechoso del crimen, afirma en una entrevista exclusiva que publicó El Informador Chubutense: "Fernandes tendría que estar con nosotros, porque fue el único que lo amenazó de muerte. Y está libre, pero moralmente condenado".

Una coartada

Nada más parecido al crimen de Cabezas, con un hombre de poder (Alfredo Yabrán, en aquel caso) que se ve acorralado por un hombre de prensa (Gangeme, en este caso). Pero no. En principio, al menos. Es vox populi que la pelea con Fernandes, dueño de un corralón (local de venta de materiales para la construcción), pudo ser una buena coartada para el autor del crimen. Que, de ese modo, pudo ganar tiempo con tal de que no fuera resuelto ni por Shelock Holmes.

Elemental, Watson: el asesinato de Gangeme, provocado por un hombre que se acercó a su auto y le disparó a quemarropa a una cuadra y media de la comisaría, coincidió con las elecciones en la Cooperativa Eléctrica, pautadas para dos días después, y con las elecciones generales del país, realizadas cinco meses después.

En la sureña provincia del Chubut gobernó en los últimos ocho años Carlos Maestro, radical que, como Menem, peronista, pretendía una segunda reelección. Hoy es diputado nacional. Lo sucedió José Luis Lizurume, también radical. En ese momento era el ministro de Gobierno y de Justicia. Y, como tal, estuvo en la comisaría apenas se enteró del homicidio, media hora después. "Fue un crimen por encargo", adujo de inmediato.

¿Fue un juicio apresurado? "Soy un convencido de que lo mataron por lo que publicaba en el semanario -sostiene Luis López Salaberry, el abogado de la familia Gangeme-. Si no, el caso ya habría sido resuelto. La investigación todavía no pudo determinar el móvil."

En la portada de El Informador Chubutense había dos solapas idénticas: "Unico medio gráfico que no recibe dinero en publicidad oficial", consignaban, acaso como una advertencia. A Lizurume, Gangeme le endilgaba el cobro de una jubilación de privilegio además de su salario como ministro.

Saludo de identificación

A eso de las 9.15 de la noche, Vitti, miembro del consejo de administración de la Cooperativa Eléctrica, se acercó a Gangeme. Lo saludó con una palmada en la espalda: "¿Qué tal, Ricardo?". La respuesta, en el bar Exedra, en diagonal a Vittorio, propiedad de Fernandes, fue otra pregunta: "¿Me conseguiste los papeles?".

Los papeles, de los cuales tenía conocimiento Jorge Barreto, dueño de la distribuidora de diarios y revistas Cuenca, compañero de mesa y amigo de Gangeme, eran las facturas con los sobreprecios que pensaba reproducir en el semanario, de modo de continuar con la serie de denuncias contra Fernandes. "Estoy en eso", respondió Vitti, evasivo.

Gangeme desconfiaba de Vitti (tildado ahora de instigador), pero no imaginaba que el saludo ocasional de aquella noche era, según las hipótesis, una forma de identificarlo frente a Ricardo Smith (presunto autor material) y a Alejandro Zabala (copartícipe). Están detenidos, en prisión preventiva, desde el 20 de septiembre, cuatro meses después del crimen. Tres días más tarde cayeron Néstor Echauri, Daniel Soto y Alejandro Jara, los supuestos instigadores.

Siete testigos de identidad reservada y un policía aportaron los indicios que hablan de la posibilidad de que Vitti, vinculado con el diputado nacional peronista Mario Das Neves, haya reclutado gente para cometer el crimen.

"No me cabe duda de que se trató de un trabajo de inteligencia, al estilo de la Triple A (organización de extrema derecha) en los 70", asiente Aldo Alvarez, conductor del programa Primera Plana en la radio FM Del Valle, 103.1, también amigo de la víctima.

Gangeme tenía una casa amplia en las afueras de Trelew, valuada en más de 100.000 dólares, pero alquilaba desde hacía unos meses un departamento en el edificio Albemar, en diagonal a la plaza principal. El tránsito es incesante a toda hora. La policía no deja de patrullar por allí en resguardo de los edificios públicos que campean en los alrededores. Todas las noches, menos aquella noche.

Aquella noche (ventosa y tormentosa, según el juez Minatta), Gangeme estaba invitado a una comida en Rawson. "No tenía ganas de ir, estoy seguro, porque esa semana había sido amenazado por teléfono al igual que su mujer, Norma De Benedetti, en Buenos Aires", describe Jorge González, empleado de la distribuidora de Barreto.

Pero fue. Lo acompañó el fotógrafo Daniel Morales. La comida, llamada ahora la última cena, era organizada por la Asociación Mutual de Empleados Provinciales (AMEP), regenteada por otro amigo de Gangeme, Alfredo di Filippo, hoy al frente de El Informador Chubutense.

A la vuelta, por esos caminos desolados de la Patagonia en donde el viento hace pasar inadvertido hasta un elefante, una camioneta parecida a la que manejaba Vitti iba detrás de su Chevrolet Vectra. Gangeme dejó a Morales en su casa y, fiel a sus hábitos, rumbeó hacia Exedra con tal de compartir el último café con sus amigos. El último café de la noche y de su vida. Era la 1 de la mañana, más o menos.

Su historia

"Mi historia profesional comenzó en la revista Qué, donde tuve maestros de la talla de Julián Centella, César Tiempo, Dardo Cuneo, Arturo Jauretche, Rogelio Frigerio, Marcos Merchensky, etcétera -reza el curriculum de Gangeme-. Allí di mis primeros gateos en el periodismo, perfeccionándome posteriormente en Democracia, donde tuve como jefes a periodistas del nivel de Emilio Pecof, y el poeta y escritor Roy Centeno."

Nació el 27 de octubre de 1947 en Morón, provincia de Buenos Aires. Estaba separado de su primera mujer, Cecilia Blanco. Tenía tres hijos: Karina, de 31 años, ex empleada administrativa del diario La Razón, de Buenos Aires; Stella Maris, de 28, novicia en un convento, y Pablo, de 25 años, empleado del diputado Das Neves. Su segunda mujer, después de haber tenido romances con artistas y con una periodista, era Norma De Benedetti, abogada. Su única nieta, de dos años, se llama Candela, como la hija de Cabezas.

"Posteriormente me perfeccioné junto a José Gobello y Emilio Perina en el periódico Tiempo Presente, de corte cultural o más bien culturoso y acartonado -continúa Gangeme-. Pasé por la redacción de Clarín cuando aún funcionaba en la calle Piedras (de Buenos Aires), por Noticias Gráficas y por La Opinión. Finalmente me puse a trabajar junto a Héctor Ricardo García en la revista Así. Logramos con gran esfuerzo demoler lo que en aquella época era un imperio: la revista Ahora."

"Ya con la revista Así saliendo tres veces por semana en sepia se nos ocurrió la idea de sacar un diario y fundamos Crónica, diario que al mes de estar saliendo era un cadáver periodístico -reseña Gangeme-. García nos reunió a todos y nos pidió ideas para no cerrar el diario, sino, por el contrario, salvarlo de su fallecimiento. Me correspondió sugerir un caso que operó como una excelente terapia intensiva de última tecnología y salvó a la criatura de papel, que con posterioridad llegó a vender la fabulosa cantidad de medio millón de ejemplares."

Con Spadone, Gangeme presentó obras de teatro en la ciudad balnearia de Mar del Plata, provincia de Buenos Aires. En 1978 pensó que iba a causar sensación en la Argentina con el robot con el cual Dino de Laurentis filmó la película King Kong; fue un fracaso. Otro tanto ocurrió con el canal de cable Televisión Argentina.

"Recorrí los andariveles de cronista y redactor hasta que pasé a ser secretario general y después de tres años director general hasta hace 10 años en que dejé Crónica al adquirir Radio Argentina -relata Gangeme-. Evidentemente, la radiodifusión no era mi fuerte y vendí la radio para volver a dedicarme al periodismo gráfico, esta vez en el interior del país, donde rescaté un diario prácticamente de su mausoleo y lo convertí en un éxito sureño; pero durante los cinco años que permanecí en el interior me dediqué mayormente a hacer docencia, a formar periodistas como ya lo había hecho en Buenos Aires."

En 1992, Spadone compró el diario Jornada, de Trelew. Gangeme, momentáneamente alejado del periodismo, vendía cosméticos en Eldorado, provincia de Misiones. Le propuso que se hiciera cargo de él. Vendía 610 ejemplares por día; llegó a vender 7000.

"Con los avances de la tecnología fui ampliando mi actividad gráfica e incorporé a mis conocimientos, tanto de realización como de impresión, los más avanzados sistemas que en la actualidad se aplican en diarios, revistas o fascículos -prosigue Gangeme-. Entre otras actividades escribí tres libros: uno con la vida de Eva Perón, totalmente apolítico; otro con la vida de Ringo Bonavena, y el último con la vida del Papa, que se encuentra en la biblioteca del Vaticano y les fue entregado a los cardenales y obispos que acompañaron a Su Santidad a la Argentina en oportunidad de la Guerra de las Malvinas."

En Jornada, Gangeme creó una columna de chismes que firmaba con el seudónimo El Fantasmita, émulo de Garganta Profunda en El Informador Chubutense. Su fuerte era el sensacionalismo, inclinación que habrá adquirido en Crónica. Y que, subida de tono, pudo haber contribuido a las iras que cosechó en Trelew, ciudad con ritmo de pueblo de 110.000 habitantes. Celosos, en su mayoría, de que un forastero hiciera públicos actos privados.

"Obviamente, la dirección, el manejo de personal, la diagramación, los títulos y el manejo gráfico fueron convirtiéndose en mi fuerte con el transcurso del tiempo -redondea Gangeme-. Si fuera necesario ampliar mis antecedentes podría hacerlo personalmente, pues recordar a fondo el pasado profesional me hace presumir en un Dante que ensaya La Divina Comedia, con perdón por la modestia."

Una corona a la basura

Norma De Benedetti fue la primera en enterarse del crimen. La última vez que lo vio con vida había sido en abril, un mes antes. Estaba en Buenos Aires, ya que, según explica, debía atender su estudio de abogada. Pero días antes comezó a recibir extraños llamados desde una cabina telefónica de Trelew que interpretó como amenazas. No había una voz del otro lado de la línea, sino la música de la película El golpe.

Entre Spadone y Gangeme no había papeles, según cuenta Norma De Benedetti. Esa falta de olfato para los negocios, según ella, contribuyó a los quebrantos frecuentes de su marido. Que, entre otras empresas, compró el diario La Razón, de Buenos Aires, con dinero de Spadone.

"Fui el único oferente en el juzgado -revela Gangeme en una carta dirigida a Ernesto Tenembaum, del diario Página 12; está fechada el 5 de agosto de 1998-. Caí en las redes de Carlos Spadone, quien se quedó con La Razón sin respetar lo pactado económicamente. Me propuso como alternativa otro negocio en Trelew, provincia del Chubut, que fue levantar un diario fundido; así lo hice, modestia aparte. Nuevamente volví a caer en sus redes, estafado y malogrado empresarialmente. Regresé a Buenos Aires hace dos meses, después de seis años."

El rencor llevó a Norma De Benedetti, fuera de sí, a arrojar una corona que había enviado Spadone al velatorio de Gangeme, en Buenos Aires. En Trelew, ella había dirigido una radio que también pertenecía al empresario, FM Tiempo. Y había dado sus avales para comprar una máquina Manroland, importada de Alemania, capaz de imprimir billetes de lotería y boletas electorales.

Fernandes, en un principio amigo de Gangeme ("Pasábamos juntos las fiestas de fin de año", recuerda el empresario), se mostró interesado en conocer a Spadone. El dinero llama al dinero, en esos casos. Los presentó y, después de un tiempo, quedó fuera del virtual triángulo.

Spadone, según Fernandes, necesitaba un periodista de confianza para dirigir Jornada. Estaba desilusionado con Gangeme, al parecer. Le propuso a Osvaldo Castro Ruiz, hoy al frente de Canal 3 Producciones. Y, por si fuera poco, libró un cheque de 100.000 dólares para saldar deudas, pero niega participación alguna en el capital accionario.

"Si tuviera que hacer una lista de los posibles agresores de Gangeme, creo que podría mencionar a 1000 personas -subraya Carlos Giuliano, director de la corresponsalía en Trelew del diario Crónica, de Comodoro Rivadavia, provincia de Santa Cruz-. Tenía una personalidad difícil, y se ganó varios enemigos. A Fernandes le daba duro por lo que pasó en Jornada. Era un asunto personal."

Crónica cuestiona las investigaciones. Entre sus denuncias figuran presuntos pagos a testigos de identidad reservada y manipulaciones con el arma finalmente secuestrada. Expone en su edición del 22 de octubre 1999: "Si la ciudadanía tolera que la policía (o, lo que es peor, el propio juzgado) eventualmente viole disposiciones procesales, elabore declaraciones preparadas o haga arreglos no autorizados por la legislación vigente, más allá de la ilegalidad que estos actos representan, todos corremos el riesgo cierto en un futuro cercano de ser acusados, detenidos y hasta condenados injustamente por delitos no cometidos".

"Faltan los peces gordos"

La vuelta a Buenos Aires significó, para Gangeme, una internación de urgencia. Había caído en una crisis depresiva. "Antes de su muerte, él sabía que iba a pasarle algo", revela Pablo, su hijo varón". Cecilia Blanco, su primera mujer, divorciada después de 13 años de matrimonio, asiente: "Un mes y medio antes había muerto uno de sus nueve hermanos, José".

Tanto ellos como Norma De Benedetti aducen que no tienen dinero para costear un abogado en Trelew. López Salaberry se hizo cargo por haber estado cerca de Gangeme, por haber publicado una columna con su firma en El Informador Chubutense y por haber revisado los últimos números. Pero confiesa que su vida cambió desde entonces ("Voy con más cuidado", dice) y que difícilmente algún colega de él tome el caso. Por el riesgo que representa.

"Gangeme tenía pocos amigos -comenta López Salaberry-. Mi relación con él era profesional. Recibí a la familia después del crimen. Me dieron un poder para actuar como querellante. Pero ahora me siento huérfano. De a poco me fui quedando solo. Y nadie puede exigirme que me convierta en un héroe o en un Quijote."

A Gangeme lo llamaban Piraña por su fama de duro en la redacción. En 1997 había sido secuestrado, en Trelew, por una banda dirigida por una mujer, de la Cooperativa Eléctrica, cuya vida había sido ventilada en El Informador Chubutense. Iban a matarlo, aparentemente. Lo llevaban en un auto; logró abrir la puerta y tirarse al costado del camino.

Aquella otra noche, la última, Gageme estacionó el auto frente al edificio. Siempre iba con la ventanilla cerrada. La bajó, señal de que conocía al agresor. Llevaba cerca de 1500 dólares en efectivo y varios cheques; quedaron intactos. Lo cual echa por tierra la posibilidad de un robo. De las investigaciones surgen cabarets, prostitución, drogas... Hasta vínculos, negados en forma rotunda por sus amigos, con un jardinero homosexual que había contratado para la casa de las afueras de Trelew. Giuliano, periodista que critica el proceso por supuestas irregularidades, piensa en voz alta: "Vitti (el presunto cabecilla) es un perejil. Ninguno de los otros cinco iba a ir al centro, ya que la policía podía reconocerlos. Menos aún podían ir armados a cometer un crimen".

La bala, incrustada en el cráneo de Gangeme, quedó deformada (es decir, es inútil para las pericias); las descripciones de los testigos no coinciden, y las huellas digitales halladas en el auto dieron resultados negativos. "Ahora faltan los peces gordos", tituló, a fines de septiembre de 1999, El Infomador Chubutense. Lo admite hasta el juez Minatta: siguen, o sigue, faltando. Son sombras, nada más.

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