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Parmenio Medina Pérez
7 de julio de 2001

Caso: Parmenio Medina Pérez



La muerte sorprendió a Medina en julio del 2001 mientras preparaba un libro sobre el caso de Radio María.:

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Nacido el 3 de enero de 1939, Parmenio Medina Pérez convirtió a Costa Rica en su segunda patria, después de Colombia. Se enamoró del pequeño terruño de 51.100 kilómetros cuadrados durante una visita en 1968.

Defensor acérrimo de sus ideales, durante 28 años estuvo al frente de “La Patada”, un programa dominical –de corte humorístico– que con el paso del tiempo dio un giro hacia el periodismo investigativo.

El 29 de abril del 2001 y por primera vez en su historial, “La Patada” no fue transmitida. Así lo decidió Radio Monumental, de San José, dueña de la frecuencia, ante amenazas de demandas por parte de abogados del sacerdote Mínor de Jesús Calvo, que dirigía Radio María, también de la capital, sobre cuyos manejos administrativos se refirió varias veces Medina en su programa.

“El Compadre”, como era conocido de forma cariñosa el periodista, acudió a la Sala Constitucional y el 22 de junio de ese año, los magistrados fallaron a favor del comunicador, obligando a la emisora a transmitir los programas sin censura.

La muerte sorprendió a Medina en julio del 2001 mientras preparaba un libro sobre el caso de Radio María. “En mi poder hay 50 horas de entrevistas grabadas y ocho expedientes con documentos muy valiosos. Todavía hay muchas cosas por decir”, contó durante la última entrevista que concedió al semanario Universidad, de Costa Rica.

Enamorado de la radio, incursionó en diversos otros campos: ciclismo, radionovela, espectáculos. Sus trabajos de investigación tocaron fibras sensibles.

En 1979, durante la Vuelta Ciclística a Costa Rica, denunció a algunos jueces de carretera por faltas disciplinarias. Anónimas amenazas escritas se colaron debajo de su puerta.

“Hubo necesidad de cambiar más de dos o tres veces el número telefónico. Todo lo resistimos: la intriga, la envidia y hasta la falsedad de los mal llamados amigos”, escribió en esa ocasión.

Las amenazas volvieron en 1993, cuando reveló anomalías en la importación de calzado deportivo por parte de una poderosa compañía. El tiempo dejó el caso en el olvido. Medina, ante todo, era un hombre valiente que no aceptaba la intimidación. Aún así, temía morir como su hermano Jairo Medina, acribillado en una calle de Medellín el 14 de agosto de 1985.

Desde que recibió las primeras amenazas de muerte, Medina acostumbraba a llevar en la guantera de su automóvil un revólver calibre 38. Lo dejó olvidado el día en que le dispararon. Tampoco vestía esa tarde un chaleco antibalas que le había prestado un amigo.

Era padre de cinco hijos, abuelo de 14 nietos y bisabuelo de una niña recién nacida. “Son los más lindos del mundo”, acostumbraba a decir.

De apacible apariencia, el periodista Medina no toleraba la mediocridad. Era frontal y decía las cosas sin ambages. Enchapado a la antigua, escribía sus guiones en una vieja máquina de escribir. Habitualmente la madrugada lo sorprendía entre el golpeteo de teclas que daban vida a sus personajes, fiel reflejo de la idiosincrasia costarricense.

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