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Benjamín Flores
15 de julio de 1997

Caso: Benjamín Flores



¿Quién fue?:

10 de julio de 2000
Alejandra Xanic

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A tres años del crimen de Benjamín Flores, persiste la incertidumbre
Benjamín Flores tenía 29 años cuando fue asesinado. Estaba por subir los escalones que invitan al edificio del periódico La Prensa, cuando un hombre descendió de una camioneta en marcha, lo ametralló, fue al auto por una pistola y volvió para rematarlo con tres tiros más en la cabeza, para huir después con otros tres sujetos. "¿Quién fue?" proclamaron horas después cientos de carteles adheridos por toda la ciudad norteña de San Luis Río Colorado, pegados a las camisas de sus amigos, al ataúd abierto del periodista. "¿Quién fue?", sigue apareciendo en las planas de La Prensa, que desde el asesinato de su director, publica en la página dos, un recordatorio quincenal para las autoridades.

Y es que, a tres años del crimen, la pregunta no tiene respuesta. Más aún, la tesis tejida por las autoridades para responderla, parece deshilvanada. El presunto autor intelectual logró la libertad por falta de pruebas en su contra y la investigación ha hecho poco por probar la participación de cuatro hombres que permanecen en la cárcel de Hermosillo, en el estado de Sonora, al norte de México.

"La impunidad que vemos en este caso obra en contra de los periodistas, sobre todo los que tratan temas como el narco", considera Miguel Acosta Valverde, coordinador del Programa de Protección a Periodistas de la Academia Mexicana de Derechos Humanos, que dio seguimiento a la investigación; "es una muy mala señal". La violencia contra periodistas en la frontera de México con Estados Unidos se ha acentuado en los últimos años. "La amenaza es el narco, y lo que hace el narco es silenciar, con la consecuencia de que la sociedad no puede defenderse".

Benjamín Flores era un joven voluntarioso. Primero mesero, encargado de un puesto callejero de hot-dogs, corresponsal, secretario particular de un gobernador, y al final, dueño y director del diario La Prensa, en la ciudad de San Luis Río Colorado, fronteriza con Estados Unidos.

Era un joven vivaz; era periodista y gestor. Sus notas exhibían sin pudores a políticos, policías y mafiosos. "Sin ataduras, como el pensamiento", era la leyenda impresa en el cabezal del tabloide blanco y negro que él fundó. Su trabajo le ganó popularidad -"era un Robin Hood", dice su hermana Ofelia-, le causó presiones y cinco demandas por difamación. Sus compañeros creen que también le trajo la muerte.

Tenía enemigos por cuanto dijo de cierto, y por cuantas acusaciones poco fundadas pudo publicar también en el tabloide, creen algunos colegas suyos. "¿No tienes por allí guardada Benjamín, algún cargo de conciencia por alguna mentirilla que se te haya escapado?", le preguntó el periodista Jesús Barraza en una entrevista en 1995. "Nunca he publicado algo de lo que haya estado consciente que era una mentira. Cargo de conciencia sí, tal vez, porque me he excedido, porque he sido duro, pero después de tantas cochinadas que pasan en este pueblo, es mínimo lo que podamos nosotros avergonzarnos".

Su pueblo es una ciudad de frontera, asolada por los narcotraficantes y los policías y funcionarios de gobierno asociados a la mafia. "El tenía muchos enemigos. Tal vez hay un solo responsable, pero muchos a quienes convenía su muerte", cree Miguel Acosta Valverde, de la Academia Mexicana de Derechos Humanos.

Policías, políticos y militares

Benjamín Flores publicó en mayo de 1997 la "desaparición" de media tonelada de cocaína decomisada, que estaba en custodia en las oficinas de la Policía Judicial Federal, en San Luis Río Colorado. Los titulares del diario desenmascararon a policías y comandantes aliados con capos e insistieron sobre la presunta relación del gobernador con los traficantes.

A su muerte, los ojos de los periodistas locales viraron hacia el entonces gobernador del estado de Sonora, Manlio Favio Beltrones. "¿Quién fue?". En el cartel estaba impresa la cara del mandatario. Los ojos de la policía se volvieron hacia Jaime González Gutiérrez, alias El Jaimillo, líder de una banda de hermanos traficantes de drogas, y blanco frecuente de las notas de Benjamín Flores.

A una semana del crimen, el procurador de Justicia de Sonora había descartado la hipótesis de que se tratara de una venganza de funcionarios o de políticos. Se centró en González Gutiérrez, abandonó los nombres de los primeros sospechosos y arrestó a otros como presuntos autores materiales del homicidio. La Procuraduría dio por cerrado el caso al probar su hipótesis única de que el móvil fue una venganza de narcotraficantes por las críticas que Flores realizaba. "Nunca investigó más allá del conjunto de pruebas que se fue encontrando en el camino, como si hubieran sido dejadas a propósito", dice Ramón Gastélum Gastélum, amigo y abogado de Benjamín Flores.

Todo esto no pesaría hoy si la investigación se hubiera probado sólida. Sin embargo, a tres años de proceso están a flor sus debilidades o inconsistencias. Un juez liberó en 1998 a Jaime González Gutiérrez de la acusación de ser el presunto autor intelectual del asesinato; argumentó que fue por falta de pruebas. Los testigos que identificaron a Luis Enrique Rincón Muro como el hombre que hizo los disparos, se retractaron y dijeron ante la Justicia que fueron presionados para declarar en su contra. Dos hombres están prófugos y los cuatro acusados siguen en la cárcel en espera de sentencia en un proceso aletargado. Los nombres de otros posibles participantes no fueron seguidos en la averiguación.

El tomo del proceso tiene unas 1.800 hojas y, según observadores, pocas pruebas que avalen la tesis de la Procuraduría. "La historia puede ser cierta, pero está armada con las patas y no se sostiene; también la pudo inventar el procurador, no lo descarto", dice Humberto Melgoza, jefe de información de La Prensa. "Yo no sé qué van a hacer si se les cae esto; no hay prueba en contra de ellos, pero no creo que los puedan declarar inocentes, porque sería un escándalo", dice Roberto Silva Calles, defensor de los cuatro inculpados.

Enemigo de oficio

González Gutiérrez era enemigo natural de Benjamín Flores. La Prensa lo exhibió como narcotraficante, expuso sus triquiñuelas para salir libre cada vez que se le arrestó y descubrió los privilegios de que gozó mientras estuvo encarcelado.

"Es una fichita", dice Melgoza, y La Prensa se ocupó en revelar sus crímenes y la impunidad que los rodeó siempre. Sus hermanos se presentaban como periodistas. Publicaban la revista Alternativa, que se distribuía gratuitamente en la ciudad, y que servía de plataforma para disparar contra sus adversarios. González Gutiérrez se presentaba como reportero y su hermano Ismael, como miembro del "Frente Mexicano Pro Derechos Humanos".

González Gutiérrez fue acusado en 1992 de asesinar al policía municipal Víctor Hugo Arroyo, que lo detuvo por manejar a exceso de velocidad. El Jaimillo fue exonerado del cargo. Ese mismo año fue acusado de traficar con cocaína y también fue liberado del cargo por un Tribunal. En febrero del 1997 fue detenido bajo una identidad falsa con 100 kilogramos de marihuana. Benjamín Flores lo identificó al día siguiente en La Prensa y denunció los privilegios que gozó después en la cárcel.

Estando preso, González Gutiérrez fue señalado como autor intelectual del crimen de Benjamín Flores. Según las autoridades, encargó el crimen a su hermano Gabriel. Pero en enero del 98 fue exonerado por falta de pruebas y meses después salió a la calle, libre de la otra acusación por tráfico de marihuana que lo mantuvo preso. "¡A ese hombre lo agarraron con las manos en la masa, con un cargamento de marihuana y salió libre!", reclama Humberto Melgoza.

La Prensa puso al Jaimillo, a jueces y a ministerios públicos, en la mira. "Al parecer el trabajo de Benjamín Flores creó un marco de presión alrededor de González Gutiérrez, que hizo más difícil que saliera de la cárcel pronto", aprecia el defensor de derechos humanos, Miguel Acosta.

La Procuraduría no logró construir un caso en su contra. Hay señalamientos directos sobre las órdenes que dio su hermano Gabriel, pero las referencias sobre la participación de Jaime González Gutiérrez son "de oídas". Una de las pruebas que tenía la procuraduría era el testimonio de Ramón Gastélum, que un juez desechó: según Gastélum, el abogado de González Gutiérrez le ofreció dinero a Benjamín Flores, a cambio de que dejaran de publicar notas sobre El Jaimillo. Gastélum declinó el ofrecimiento y el abogado respondió con una amenaza para el periodista. "Su declaración no deja de ser una suposición (...), una conjetura sin que esté apoyada en datos dignos de fe", descartó el juez que declaró insostenible la orden de prisión en contra de González Gutiérrez por este delito.

"Son muchas libertades con delitos tan obvios. Detrás de ellos seguramente hay intereses muy fuertes", cree Gastélum. "O tiene mucha suerte, o mucho poder económico o respaldo político, porque todo le ha salido bien".

Existe una orden de aprehensión en contra de Gabriel González, que se mantuvo prófugo por tres años. El 24 de febrero del 2000 cayó preso con tres hermanos más en Arizona. Los cuatro serán juzgados en Estados Unidos por haber distribuido al menos una tonelada de marihuana y 245 kilos de cocaína en el área de Yuma. Jaime González Gutiérrez fue detenido el pasado 26 de abril del 2000, acusado de asesinar con 37 puñaladas a José Manuel Echevarría Varela. "Está loco, es un psicópata. Dice que le gustó como tronó el cuello de su víctima con el cuchillo", dice Humberto Melgoza, de La Prensa.

Según consignaron los diarios al día siguiente de su arresto, El Jaimillo le dijo a los policías municipales que sí había ordenado el asesinato de Benjamín Flores. "Esta es una historia de periódicos amarillistas", desconfía el abogado de los cuatro jóvenes procesados por el crimen, Roberto Silva Calles. "Jaime es loco, loco, pero no es tonto. Es una persona muy toreada, ¡cómo va a decir ‘sí fui yo’! Toda esa declaración no tiene validez", asegura.

Los policías no han confirmado esta versión ante las autoridades y González Gutiérrez no lo ratificó en su declaración. Aún así, el procurador ha dicho que se reabrirá el expediente del caso Benjamín Flores. "La aprehensión no perjudica ni beneficia a nadie. En el expediente no hay pruebas que lo vinculen (al crimen), y conste que no defiendo al Jaimillo, pero son sólo conjeturas", dice Silva Calles. El abogado defensor insiste que todo el caso carece de fundamento. "Yo estoy pidiendo que el procurador y los policías que armaron la investigación se presenten a declarar, que nos digan cómo armaron el caso, con qué sustento". El defensor de los cuatro hombres presos asegura que fueron torturados para firmar las declaraciones que los inculpaban del crimen.

Árbol que nace doblado

Para Humberto Melgoza, no se debieron desechar hipótesis de otros posibles móviles y autores del asesinato. "Yo no descarto que el gobierno (del gobernador) Beltrones tuviera relación. Porque los González tenían relación con el gobierno, con el partido (oficial); Benjamín le tiraba lo mismo a ellos que a Manlio Favio o a otros políticos", comenta. En su opinión, la mayor parte de la película sigue velada.

Melgoza cree que al menos Luis Enrique Rincón Muro es inocente. "Yo no meto las manos al fuego por los demás, pero por lo que nosotros investigamos, hay testigos que estuvieron con él a la misma hora que mataron a Benjamín. Creemos que El Chichi es inocente".

Luis Enrique Rincón Muro, alias "El Chichi" es un joven de 27 años que tenía un pequeño local de lavado de autos a corta distancia de las oficinas de La Prensa. Según su testimonio, el 15 de julio del 97 estaba en un taller arreglando el sistema de enfriamiento de un auto, cuando llegó un policía y le dijo que habían matado al director de La Prensa. El dueño del taller, los empleados y el agente, ratificaron esta versión ante el juez. Rincón Muro fue aprehendido tres días después del asesinato y fue acusado de haber sido el asesino. En la averiguación constan las declaraciones de supuestos cómplices que señalaron a "El Greñas", unos, y a Carlos Pacheco García, otros, como la persona que disparó. De ellos no hay más rastro en la averiguación.

"Me subieron a un carro oficial y me llevaron por un canal. Eran cuatro, querían que firmara unos papeles. Me comenzaron a pegar dentro del carro, ‘fírmale, fírmale’, estaba escrito a máquina, un altero de hojas que querían que firmara. Ahí me dio mala espina. Tenían mi nombre, todo, que era flaco, de pelo largo. Era el 18 de julio, ese día no se me va a olvidar", narra Rincón Muro desde la cárcel de Hermosillo.

Por la noche fue llevado a las instalaciones de La Prensa para ver si los periodistas que atestiguaron el asesinato, lo reconocían. "Ellos dijeron ‘sí se parece’, pero en el expediente la procuraduría puso que sin temor a equivocarse lo identificaban como la misma persona que disparó contra Benjamín", objeta Melgoza.

Los periodistas de La Prensa colaboraron con la defensa de Rincón Muro; reclamaron haber sido presionados y que se falseó su declaración. Ellos reconocieron haber visto a un hombre delgado, con nariz de gancho, como Rincón Muro, pero de cabello hasta los hombros; Rincón Muro se había cortado el pelo quince días antes, para tomarse la foto y solicitar empleo en la policía municipal. Los testimonios de los reporteros son clave para desarticular el caso en contra de Rincón Muro, estima su abogado.

Jorge Pacheco también asegura que se le hizo firmar con tortura. A él lo detuvieron en otra ciudad del norte de México. Conducía una camioneta que dijo, le compró a Gabriel González, y que la autoridad asegura, recibió como pago por organizar el crimen. A Jorge Pacheco se le acusa de haber reclutado a los participantes por orden directa de Gabriel.

"Me tuvieron en el hotel, estuvieron siete días torturándome". Una máquina de escribir, Pacheco en el suelo, esposado, policías que entraban y salían del baño drogados. "Estaban escribiendo lo que ellos querían". Según Pacheco, que es analfabeto, puso su firma sobre un documento que nunca se le leyó. En la declaración Pacheco supuestamente confesó que los hermanos Ismael y Gabriel González Gutiérrez organizaron el asesinato por órdenes de El Jaimillo y les pagaron por encontrar quién lo realizara.

Miguel y Vidal Zamora Lara son los otros dos procesados. Según la investigación, Zamora Lara confesó haber participado en el asesinato y señaló a Pacheco y a Rincón Muro como sus cómplices. Según su testimonio, también impugnado por la defensa, Gabriel González le pagó $US 2.000 a cambio de que les indicase quién era Benjamín Flores.

En los primeros días de la indagatoria desfilaron más nombres que se esfumaron de la investigación conforme pasó el tiempo. Leobardo Pérez Ayala, José Pedro Valdez Gámez, Javier Ayala Garibay y Carlos Pacheco García.

La premura con que se armó el caso contrasta ahora con el letargo en que está sumido el juicio. "El caso no se ha dilatado por cuestiones del juzgado", asegura la juez Santa Adelina Flores Montoya, en la ciudad de Hermosillo. "Nuestro interés es en el sentido de impartir justicia. Hemos intentado hacerlo lo más expedito", dijo la jueza que tiene a su cargo otros cien casos.

El avance ha sido lento en parte porque las autoridades decidieron mudar el juicio a una ciudad a ocho horas de carretera del lugar del crimen, San Luis Río Colorado. "Fue una decisión totalmente arbitraria y dolosa que ha dificultado la defensa", dice Silva Calles, el abogado de los cuatro inculpados. "Lo vimos como una forma de detener el caso", cree Melgoza, de La Prensa. En la justicia mexicana todo se hace por escrito. En este juicio, los careos entre los acusados y sus acusadores han sido en papel.

La aprehensión en Estados Unidos de Gabriel González y sus hermanos avivó la esperanza de que se pudiera aclarar el asesinato de Benjamín Flores. No hay mucho lugar para su optimismo, sin embargo. Gabriel y sus hermanos deberán enfrentar primero el juicio, y purgar en Estados Unidos la sentencia que se les dicte, antes de ser extraditados a México para responder a los cargos que ahí les esperan. Gabriel González sería juzgado por el asesinato de Benjamín Flores pronto, sólo si fuese absuelto en Estados Unidos y el juicio de extradición fuera expedito.

En cuanto a Jaime González, los vivas que siguieron a su arresto parecen diluirse ahora. "Estamos desesperanzados, no hay ningún interés por resolver", se lamentó Melgoza. Según Silva Calles, en estos tres años la Procuraduría no sumó más pruebas al expediente que apoyasen su versión sobre la participación de Jaime González; sólo están aquellas que descartó el juez que lo exoneró.

"Tengo el temor que no obstante el cúmulo de pruebas, salga adversa la sentencia. Tengo desconfianza. Es una bronca grande para la policía de Sonora decir que son inocentes. ¿Qué pasaría? Van a tratar por todos los medios que no salgan", dijo el abogado defensor.

La página negra que se publicó cada quince días, de los últimos tres años, saldrá de nuevo este 15 de julio. "Vamos a cambiar el texto. Vamos a retar a Vicente Fox (presidente electo de México) para que lo resuelva. Es la última opción que nos queda", dijo Humberto Melgoza.

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