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Héctor Félix Miranda
20 de abril de 1988

Caso: Héctor Félix Miranda



Investigación Previa:

1 de septiembre de 1997
Harold Maass

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SINOPSIS

A principios de ab ril de 1988, Héctor Félix Miranda les dijo a sus amigos que sentía que alguien lo seguía. Comentó que lo observaban entrar y salir de su casa, de un barrio poco poblado de Tijuana, ciudad de rápido crecimiento en la frontera de México con Estados Unidos. Luego , un vecino informaría que una camioneta pequeña estacionaba sistemáticamente frente a un estre cho barranco en la cuadra donde estaba su casa. Otro vecino info rmó después que unos individuos que se movilizaban en un Pontiac Trans-Am negro y en una furgoneta café habían estado vigilando su casa. El 18 de abril Félix le mencionó a un amigo que temía que alguien tratara de matarlo. No dijo quién.

El 20 de abril Félix subió a su Ford sedán LTD, modelo 80, para ir a las oficinas del semanario Zeta, donde era codirector y autor de una popular columna de chismes y política. Le esperaba un día pleno de trabajo. Los miércoles acostumbraba enfrascarse recopilando noticias para la columna "Un Poco de Algo", que escribía bajo el seudónimo de Héctor "El Gato" Félix. El periódico se imprimía los viernes y él solía escribir los jueves en la mañana. Ese miércoles a la mañana llovió sin parar. Félix dejó cerra das las ventanillas de su automóvil. Aunque por lo general se iba por otro camino al periódico, ese día giró en U para poder dar vuelta a la izquierda al final de su cuadra y bajar por la calle empinada de López Velarde. Eran las 9:15 hs .

Un hombre en una camioneta de color crema, arrancó detrás de su auto y lo siguió en su descenso, a velocidad normal. Al llegar abajo, a una cuadra de la esquina donde daría vuelta para llegar a las oficinas de Zeta, le apareció de frente un Pontiac Trans-Am negro, último modelo. Los informes policiales no determinaron si el hombre del Trans-Am se detuvo frente a él para interceptarlo, o si el vehículo estaba a la espera de su descenso, en dirección hacia la calle empinada. Los informes tampoco concluyeron si el hombre de la escopeta calibre .12mm. le disparó desde la camioneta mientras se acercaba a su lado o si bajó del Trans-Am y le hizo señas a Félix para que se detuviera, para luego aproximarse a su ventanilla con el arma escondida en la espalda.

Según la autopsia, el asesino encañonó y disparó a corta distancia dejando quemaduras de pólvora en su cuello. El disparo at ravesó la ventanilla cerrada del auto, entró por su hombro izquierdo y bajó en diagonal por el tórax. Un segundo disparo le desgarró el costado y Félix se desplomó, quedándole la cabeza y el hombro derecho recostados en el asiento del acompañante. El Trans-Am y la furgoneta huyeron a toda velocidad.

Félix alcanzó la jerarquía de héroe folclórico local como autor de la columna "Un Poco de Algo". Se estableció una fama de cruzado contra la corrupción y el crimen a la vez que inspiraba a la gente de todas las condiciones y niveles sociales de Tijuana a que le llamaran y le dieran ideas y noticias para su columna. Aunque sus amigos le describían como un individuo tranquilo, reservado y respetuoso, sus artículos se distinguían por su ingenio incisivo y por un sarcasmo despiadado. La única forma de conocer los rasgos de su personalidad en el trabajo, comentan sus amigos, era prestando atención a los temas — interés en los pobre s , intolerancia a la corrupción — que describía en sus artículos.

Félix inició su carrera en forma tranquila, escribiendo artículos sobre deportes y otros temas no polémicos. El y su socio en Zeta, Jesús Blancornelas, fundaron un periódico que se llamaba ABC, en la década de 1970, y ahí Félix empezó a transformarse en un periodista de sátira sensacional. El trabajo del ABC tuvo que interrumpirse en 1979 cuando a una disputa entre los editores y el entonces gobernador Roberto de la Madrid, le siguió una huelga del sindicato laboral progobiernista que terminó con la apropiación de ABC por parte del gobierno. El periódico cerró y luego Félix y Blancornelas iniciaron su nuevo semanario Zeta, al que imprimían en San Diego, al otro lado de la frontera con Estados Unidos.

La nueva columna se transformó en la característica más popular del semanario. La columna, ampliamente leída, exponía info rmación sobre la vida y labor de líderes cívicos de Tijuana que no se obtenía en ninguna otra parte. Cuando Jorge Hank Rhon, hijo de uno de los hombres más ricos y poderosos de México, se mudó a Tijuana para manejar negocios familiares en esa localidad, buscó la amistad del popular columnista. Se volvieron inseparables y Félix solía escribir artículos entusiastas sobre su nuevo amigo. Sin embargo, varios meses antes de su mue rte el periodista empezó a atacar a Hank Rhon en "Un Poco de Algo". Sus colegas dijeron que los ataques empezaron tras la ruptura de su relación de amistad entre el periodista y el empresario. Luego, Hank Rhon negó toda implicación en el asesinato y subrayó que él solo sentía pena por la pérdida de su amigo.

El crimen de Félix produjo una reacción inmediata y enardecida de los medios locales, nacionales y extranjeros, de los lectores de la columna de "El Gato " , de la comunidad comercial de Tijuana y de toda Baja California, así como de políticos de la ciudad y de todo el país. Las expresiones de mayor indignación provinieron de sus colegas periodistas pertenecientes a medios que en Tijuana no se caracterizan justamente por ser unidos. En un artículo que apareció a los tres días del asesinato, el periodista del Union-Tribune de San Diego, Joe Gandelman, citó a Ricardo Gibert Herrera, fundador del periódico Baja California, quien dijo: " En mis 47 años que llevo en Tijuana jamás había visto a todos los medios cerrar filas así, ni tampoco había visto a las clases baja y media reaccionar de esta manera "

Las asociaciones locales de periodistas declararon que suspenderían la celebración del Día de la Libertad de Prensa del 7 de junio. Pensaban que Félix había sido asesinado por órdenes de alguno de los muchos personajes poderosos que fueron víctimas de su incisiva columna. Su sarcasmo feoz había tocado a todo el mundo; desde políticos nacionales influyentes, hasta líderes empresarios locales, policías y colegas periodistas. El codirector de Zeta, Blancornelas, publicó un artículo en la edición siguiente al asesinato, e nu m e rando a una docena de sospechosos, desde el presidente del país y el gobe rnador estatal, hasta el poderoso hombre de negocios de Tijuana, H ank Rhon y a otras personalidades locales. Blancornelas aclaró que la lista la fo rmó con nombres que ex t rajo de las columnas que "El Gato " escribió durante los dos últimos meses.

Al día siguiente del asesinato, los periodistas locales marcharon 14 cuadras por las calles de Tijuana. La marcha atrajo a 4.000 personas y a esta le siguieron otras manifestaciones en Tijuana, Ensenada y Tecate. Esa reacción se tornó rápidamente en presión contra el gobierno estatal y la policía, para que capturen y enjuicien a los asesinos. Los manifestantes port aban pancartas con consignas como: " Sr. Gobernador, ¿Quién mató a El Gato Félix?" y "No votaremos si no se hace justicia". El gobernador Xicotencatl Leyva Mortera ofreció una recompensa de 100.000 pesos, alrededor de 43.000 dólares, según la equivalencia de la época, a quien de pistas sobre el o los asesinos. Organizaciones de prensa extranjeras en San Diego también ofrecieron recompensas económicas.

La búsqueda de los asesinos se tornó de inmediato un tema electoral e influyó en los votantes y candidatos de la campaña presidencial de julio de ese año, así como para las próximas elecciones a la gobernación de Baja California. Ante una multitud reunida afuera de la agencia funeraria, el alcalde de Ensenada, Ernesto Ruffo Appel, prometió desde arriba de una camioneta que haría todo lo posible para capturar y enjuiciar a los asesinos. A los dos días del homicidio,la agrupación de Ruffo, el Partido de Acción Nacional (PAN) publicó a nuncios en el periódico de Tijuana exigiéndole a sus oponentes del PRI, en el poder, "el pronto y total esclarecimiento de este nuevo atentado a la libertad de expresión". Animados, por lo menos en Tijuana, por su promesa de esclarecer el asesinato, Ruffo se convirtió en el primer gobernador no priísta desde los inicios del dominio del PRI en la política mexicana. La relación del caso Félix con la política incrementó la presión sobre el procurador estatal y la policía de Tijuana.

Periodistas de los medios locales, estatales, nacionales e internacionales emprendieron sus propias investigaciones y acosaron al director de la policía de Tijuana, Gustavo Romero Meza, pidiéndole explicaciones. "Por mi madre que está a muchos metros bajo tierra, que les voy a presentar al asesino de El Gato", dijo Romero Meza al día siguiente del crimen en el diario local El Heraldo.

LA INVESTIGACION

La policía de Tijuana empezó sin pistas. Comenzó su investigación tocando puertas en el vecindario donde "El Gato" fue asesinado, precisó Jaime Sam Fierro, ahora retirado y jefe de detectives de homicidios en el momento del crimen. "Lo primero que hicimos fue investigar en un radio de 300 metros de la escena del asesinato. Fuimos de casa en casa. Los primeros días sin ningún éxito", comentó Sam Fierro. "Finalmente encontramos a una persona que dijo que sí, que él había visto un Trans-Am. Empezamos desde ahí".

Romero Meza, quien encabezó las investigaciones, informó que dos adultos y un niño vieron el vehículo. Los adultos fueron salpicados por el Trans-Am al pasar a toda velocidad por un charco enorme. Ninguno de estos tres vio al chofer o a su pasajero. Otros dos testigos, sí. Eran empleados de la misma casa de Romero Meza ubicada a tres cuadras de la escena del crimen, donde el Trans-Am, según se informó, dio la vuelta. Después estos dos testigos identificaron a los dos sospechosos como a los hombres que vieron en el coche.

Los investigadores encontraron gente que había visto un Trans-Am negro en otros puntos cercanos y la pista condujo a Victoriano Medina Moreno, expolicía judicial del estado quien trabajaba entonces como guardia de seguridad del Hipódromo de Agua Caliente. La policía encontró el Trans-Am negro de Medina en el estacionamiento de un hipódromo. "Lo investigamos, lo arrestamos y confesó," detalló Sam Fierro. "Le preguntamos sus motivos y dijo que cuando fue director de una estación de policía había sido objeto de ataques en la columna del periódico y que por eso lo asesinó". El informe de investigación del periódico decía que Medina también quería silenciar al periodista por las críticas a su patrón del hipódromo, Hank Rhon, miembro de una de las familias más poderosas de México. Medina también, según se dijo, quería vengarse por los ataques en "Un Poco de Algo" que le habían hecho perder el puesto a un compañero, fiscal estatal.

La policía y los periodistas de Zeta habían iniciado la búsqueda de sospechosos leyendo las columnas más recientes de Félix, para ver quienes eran sus "blancos" preferidos. Hank Rhon se destacó como una de las personas que había sido atacada más frecuentemente y con el mayor sarcasmo. "El Gato" hacía vagas referencias a la cocaína y revelaba detalles embarazosos de las fiestas escandalosas de Hank Rhon. También se burlaba del mejor amigo del empresario, Alberto Murguía.

Pese a que Medina expresó que las columnas habían sido el motivo detrás del asesinato, a la única otra persona que implicó en su declaración fue a alguien que jamás había sido mencionado en "Un Poco de Algo": el jefe de seguridad del hipódromo, Antonio Vera Palestina. Este individuo había trabajado para el poderoso padre de Hank Rhon, Carlos Hank González, durante 12 años, antes de 1985. Hank González fue alcalde de la Ciudad de México y ministro de Agricultura al momento de la investigación. Después de trabajar con Hank González, Vera se mudó a Tijuana cuando Hank Rhon se fue allá para encargarse de la administración del hipódromo, del que su padre era dueño mayoritario. Medina fue procesado por el gobierno de Leyva Mortera, pero Vera eludió a la policía.

Inmediatamente después del arresto de Medina, Hank Rhon ofreció una conferencia de prensa el 1 de mayo de 1988. Declaró que él no le pagó a Medina ni a nadie más para que mataran a Félix. Se comprometió a colaborar con la policía, invitándola al hipódromo y diciendo que no tenía nada que ocultar. No obstante la info rmación de que Vera estaba escondido en los cobertizos del hipódromo, la policía no obtuvo por varios días una orden de allanamiento para entrar en los mismos. Cuando finalmente la policía pudo inspeccionar las instalaciones del hipódromo, Vera, según se dijo, había desaparecido de la región. Cuando los investigadores de la policía registraron las oficinas el 3 de mayo, no encontraron casi nada. Una escopeta a la que los dirigió Medina resultó no ser el arma asesina. En la oficina de Vera, los investigadores encontraron dos ametralladoras, dos AK-47, fusiles, un fusil corto, escopetas calibre .20mm. y otras seis armas de fuego .

La policía señaló que Hank Rhon no era sospechoso y que no se le había interrogado formalmente. Un guardia de seguridad le informó a la policía que Vera había cobrado, el día del crimen, un vale en pesos equivalente a 10.000 dólares. El hipódromo explicó que el dinero iba a utilizarse para pagar al personal de seguridad. Los investigadores abandonaron el asunto, aunque no se buscó ni encontró una confirmación satisfactoria del testimonio respecto al dinero.

Entre los fiscales, periodistas y otras personas con acceso a los detalles de la investigación, por lo menos dos personas comentaron que Romero Meza les informó que continuaría la investigación para averiguar quién era el "autor intelectual" del asesinato. Dijeron que estaba investigando la relación de los asesinos con Hank Rhon y, luego de repente, dejó el asunto y declaró cerrada la investigación. Romero Meza, ocho años después del crimen, declaró que los ataques de la prensa a su investigación lo dejaron furioso. Precisó que nunca sospechó de Hank Rhon, aunque sí creía que Carlos Salinas de Gortari, entonces candidato presidencial, pudo haber estado implicado. En reconocimiento al cumplimiento satisfactorio de sus obligaciones en el caso, Romero Meza dijo que el gobernador Leyva Mortera le entregó una compensación de 100.000 pesos.

Tanto el jefe de Homicidios, Sam Fierro, como la procuradora estatal de Tijuana en ese tiempo, Josefina Fregoso de Ezkauriatza, señalaron que la única indicación disponible en la época de la investigación y el juicio respecto a quién había sido el "autor intelectual" del crimen, estaba en la confesión de Medina, en la que se responsabilizó de ser la persona que concibió, planeó y ejecutó el asesinato. La investigación inicial de la policía se interrumpió tras la identificación de Medina y Vera como los sospechosos, sin averiguar si alguien más pudo haber dirigido a los asesinos. Como Medina afirmó que tenía sus motivos para asesinarlo, la policía no realizó investigación alguna para identificar o confirmar a cualquier otro sospechoso. "Si estaba diciendo que él lo había hecho y que nadie le mandó a hacerlo, teníamos que basar nuestro caso en eso", explicó Sam Fierro.

Sam Fierro indicó que debido a interrogantes que surgieron después de la investigación —específicamente la acumulación de evidencias sobre un vínculo financiero entre el hipódromo y Vera después del crimen — no se podía considerar al caso totalmente resuelto. Sin embargo, dijo que ir más lejos requeriría de una investigación totalmente nueva, porque los investigadores originales no intentaron averiguar si había otros implicados en la planificación del asesinato. Fregoso de Ezkauriatza apuntó que ella no podía decir si la investigación — en la que se basó el caso en su despacho — fue inadecuada, ya que ninguno de los abogados bajo sus órdenes participó directamente en la investigación que se le ordenó hacer a la policía. A claró que creía que desde su despacho había ordenado una nueva investigación, pero que no se realizó hasta después de la toma de posesión del siguiente gobierno estatal. En los expedientes del juzgado no se hizo mención de ninguna nueva evidencia que hubiera aparecido y que diera origen a una nueva investigación. Nunca ocurrió tal investigación. "Lo ideal hubiese sido que nosotros hubiéramos participado directamente en la forma en cómo la policía condujo la investigación, pero no fue así en ese caso, ni en ningún otro de esa época. Siempre pensé que eso debía cambiar, pero no tenía la facultad para hacerlo", puntualizó.

EL PRIMER JUICIO

Medina acusó a la policía de hab e rle sacado una confesión a golpes cuando lo arrestaron 10 días después del asesinato. La confesión hizo que lo condenaran. En la cárcel de Tijuana donde seguía preso ocho años después, repitió la acusación de que sus primeras declaraciones fueron forzadas. Dijo que era inocente y que no tenía motivos para matar a Félix.

Periodistas y policías jamás encontraron mención alguna de Medina en "Un Poco de Algo", aunque la policía informó que el acusado había declarado que quería matar a Félix por sus ataques en el periódico. "El periodista nunca escribió nada de mí", manifestó Medina en una breve entrevista en una cárcel de Tijuana, a ocho años del crimen.

El testimonio que vinculó a Medina con el asesinato fue el de los empleados de Romero Meza quienes vieron pasar el Trans-Am — lentamente, dando vuelta en la esquina frente a la casa del jefe de la policía — poco después de que retumbaron los dos balazos en todo el vecindario. Los testigos dijeron que notaron que el Trans-Am era ruidoso; el tubo de escape estaba suelto. Un guardia de seguridad del hipódromo también comentó que Medina le había pedido que cambiara el tubo de escape de su Trans-Am el día del asesinato. Medina fue condenado y sentenciado a 27 años de cárcel.

EL SEGUNDO JUICIO

Muchos observadores ratificaron su disgusto con el partido dominante de México, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) relacionando el bajo récord de capturar y enjuiciar a criminales poderosos, con la pérdida de la gobernación de Baja California en las elecciones siguientes al asesinato. Ruffo, alcalde de Ensenada en la época del crimen, se convirtió en el primer gobernador que no era del PRI, en más de 60 años. Durante la campaña, prometió repetidamente encontrar y enjuiciar a todos los involucrados en el asesinato del periodista. Nunca tuvo que mencionar el caso. Los periodistas y la ciudadanía lo traían a colación en todas sus estancias de campaña. Así de intenso era el interés en Baja California para que se hiciera justicia con el caso Félix. Cuando Ruffo asumió el cargo, los nuevos fiscales y el nuevo equipo de investigadores policiales comenzaron a buscar a Vera. Pese a que la información inicial de la policía, dada a conocer por periodistas locales, indicaba que Vera se ocultaba en un rancho de la propiedad de Hank González, luego se descubrió que había huido a Estados Unidos y vivía en Los Angeles. En ese entonces, la policía y los fiscales se concentraron en la captura y en el proceso de Vera.

El gobernador Ruffo nombró a un par de investigadores policiales con experiencia para dirigir sus esfuerzos. "Al poco tiempo, aparecieron pequeñas evidencias en torno al hipódromo", informó Ruffo en febrero de 1996, días después de anunciar su candidatura como líder nacional del Partido Acción Nacional. "Seguimos encontrando pistas de Vera, el jefe de guardaespaldas de Hank Rhon. Llegamos a la amante de Vera. Con el tiempo nos enteramos que la mujer le llevaba a ese individuo mensualidades del hipódromo en Los Angeles. Una vez que estuvimos seguros de la información, la seguimos". Cuando Vera fue localizado, la policía de Baja California y agentes de inmigración de Estados Unidos colaboraron para traerlo a México y procesarlo. Vera fue capturado cuando abordaba un autobús. Como portaba documentación falsa de Estados Unidos, fue deportado. Autoridades de Baja California esperaron a Vera en la frontera y lo acusaron del asesinato de Félix.

Vera fue condenado y sentenciado a 25 años de prisión. "La prueba clave que nos permitió condenar a Vera fue la versión, o las declaraciones de Medina. Desde el momento de su arresto, admitió que él causó la muerte de Félix, y que iba acompañado de Vera", explicó Miguel Angel Barud Martínez, quien fue el juez en el proceso de Vera.

Barud dijo que ese temprano testimonio fue importante en el caso de Vera a pesar de que Medina dijo después que la confesión le fue sacada a golpes por la policía. Pese a la retractación de Medina, la entrevista en la que confesó se consideró importante en el proceso de Vera, en gran medida gracias a que varias pruebas corroboradas la sustentaron. Dos testigos ubicaron a Vera en el Trans-Am de Medina cuando se alejaba de la escena del crimen, inmediatamente después de escuchar los tiros, subrayó Barud. Según el exjefe de policía Romero Meza, estos testigos eran empleados del propio jefe de policía, quienes trabajaban afuera de la casa esa mañana. Otra prueba importante, señaló Barud, que sustentó el caso de la policía contra ambos fue una entrevista grabada con la esposa de Vera, en la que ella confirmó las sospechas respecto a los dos hombres y dio a entender que un tercero y la administración del hipódromo estaban involucrados.

El período de Ruffo, 1989-1995, terminó sin mayores avances en el caso. Los fiscales y la policía no pudieron vincular las transferencias de dinero del hipódromo con el crimen. Miembros de la administración sospechaban que Hank Rhon estaba implicado, pero no tenían evidencias concretas. "Mis fiscales pensaban que podíamos tratar de obtener una orden de aprehensión, pero el caso era flojo", comentó Ruffo. "Si hubo alguien que planeó esto, o si alguien dio la orden de asesinar a "El Gato", ha sido muy difícil de probar".

Un fiscal estatal que trabajó bajo las órdenes del gobernador Ruffo dijo que nunca hubo suficientes pruebas para perseguir a nadie fuera de Medina y Vera. Ninguna evidencia sólida sustentó la opinión general de que alguien contrató a los asesinos. "Es un hecho que la gente lo comenta, pero eso no lo hace cierto", apuntó Víctor Vázquez. "Nos topamos con un muro. Llegamos a un punto donde ya no pudimos avanzar porque no hubo pruebas. El problema, si lo hubo, fue al principio". La falta de evidencias se derivó de la decisión de la policía de no investigar a nadie más que a Vera y a Medina. Antes de condenar a Vera, el juez Barud revisó los libros de contabilidad del hipódromo, en un infructuoso intento de determinar si los 10.000 dólares que Vera cobró el día del asesinato fueron realmente para pagarle a los guardias de seguridad. El fue el primero en el caso que se tomó la molestia de revisar la contabilidad del hipódromo para determinar la naturaleza de los pagos hechos a los asesinos. Le fue imposible llegar a conclusiones claras.

La opinón predominante en las comunidades legales, políticas y periodísticas de Tijuana es que alguien aparte de Medina y Vera planeó u ordenó el asesinato de Félix. "No creo que hayamos llegado al fondo de este caso y no es que no quisiera " a claró Barud. "Yo sinceramente tenía toda la intención de llegar hasta las últimas consecuencias, pero me encontré frente a limitaciones legales y prácticas". El limitado alcance de la investigación criminal, que en principio se interrumpió una vez que Medina le manifestó a los investigadores que era culpable, es la causa ampliamente mencionada de que la investigación nunca llegó al responsable, al "autor intelectual" del asesinato. Lo irónico es que esta misma investigación fue originalmente alabada por la sociedad de periodistas de Tijuana y resultó con la premiación por 100.000 pesos del gobernador Leyva Mortera al director de la policía Romero Meza.

Blancornelas, codirector de Zeta, dijo que la voluntad política de la administración de Ruffo para esclarecer el caso se disolvió tras la condena de Vera. Un esfuerzo concertado para rastrear al fugitivo se transformó, después del juicio, en una vaga mezcla de acusaciones veladas y promesas de seguir promoviendo la justicia. Como único gobernador que no era del PRI, Ruffo tenía, en el mejor de los casos, una relación incómoda con las autoridades federales. Durante su administración las policías estatal y federal libraron una batalla en la que ambos cuerpos fueron acusados de brindarle protección a narcotraficantes poderosos. Circularon informes entre periodistas respecto a que la vida de Ruffo peligraba. "Nosotros sostenemos y hemos publicado nuestra opinión en cuanto a que la voluntad política del gobierno de Ruffo desapareció en cuanto capturaron al autor material del crimen", aseveró Blancornelas. "Después de eso, tuvieron miedo. El gobierno le temía a Hank González y a Hank Rhon. Eso es lo que pasa".

SITUACION ACTUAL DEL CASO

En febrero de 1996, el procurador general de Baja California en Tijuana, Jesús Alberto Osuna Lafarga, informó que el asesinato de Félix se consideraba caso abierto, pero que los fiscales no podían hacer nada hasta que la policía aportara nueva información. El comandante de la Policía de Tijuana, capitán Antonio Torres Miranda, indicó que no tenía personal trabajando en el caso. "Judicialmente, el caso contra la gente que se mencionó al inicio de la investigación, está cerrado. Necesitaríamos una orden del procurador para reanudar la investigación, y entonces, tendríamos que empezar otra vez desde el principio", señaló Torres. "Sin declaraciones de los hombres que han sido condenados, no tenemos nada que nos oriente para investigar más".

Todas las semanas aparece una página en Zeta con el encabezado "Un Poco de Algo", preguntándole a Hank Rhon por qué su guardaespaldas asesinó a "El Gato". Otra nota dirigida al gobernador actual, Héctor Terán. Terán, pregunta si el gobierno actual de Baja California averiguará quién fue el autor intelectual del crimen. El gobernador se rehusó a ser entrevistado para esta investigación de la SIP y no contestó las preguntas que se le enviaron por escrito a su oficina. "Moralmente, y como periodistas, estamos incitando, pero no somos acusadores oficiales", puntualizó Blancornelas. "Lo que podemos hacer, y hemos hecho, es una investigación periodística. Así es de sencillo. Los automóviles eran del hipódromo. Los asesinos se fueron de la escena al hipódromo. Las armas que se usaron eran del hipódromo. Los asesinos trabajaban para el dueño del hipódromo. Si algo tiene patas de pato, pico de pato y grazna como pato... es que es pato".

Hank Rhon, mediante un vocero, se negó a ser entrevistado para este informe. Su vocero, Francisco Ramírez Guerrero, es además director de El Heraldo, el diario propiedad de la empresa del hipódromo. Ramírez apuntó a que sólo Zeta promueve la teoría de que Hank Rhon tuvo que ver con el asesinato. Ramírez dijo que Félix, en el momento de su muerte, pensaba dejar Zeta y que estaba involucrado en airadas discusiones de dinero con sus colegas del periódico. "El Sr. Hank Rhon fue llamado a declarar y ha seguido viviendo aquí en Tijuana. Nunca se ha escondido de las autoridades", añadió Ramírez. "Los dos convictos fueron los responsables del crimen".

El cierre del caso judicial perfilado en la investigación policiaca inicial pareció satisfacer a ciertos individuos de la prensa local que originalmente manifestaron indignación y exigieron justicia. Además de la nota semanal de Zeta, la atención de la prensa local y nacional aborda el caso sólo ocasionalmente y de manera incidental — cuando surge la ocasión de escribir sobre el rimbombante y polémico Hank Rhon. Sólo entonces se menciona la creencia que se tiene habitualmente de que el hombre finalmente responsable del asesinato de Héctor Félix sigue libre, y que mucha gente sospecha que Hank Rhon habría estado involucrado porque los dos sentenciados por el crimen eran sus empleados. El diario El Heraldo fue comprado por la empresa del hipódromo en los años siguientes al asesinato. El Heraldo había sido de los periódicos más agresivos en la información del crimen y promovían la justicia. Un periodista de El Heraldo ahora es presidente de la principal asociación local de periodistas.

Un amigo cercano de Félix, el periodista Oscar Genel, comentó que él comprobaba cada año como se reducía el interés por el tema observando como mermaba la participación en los servicios fúnebres que se celebran en cada aniversario del asesinato. "En el primer aniversario se congregó mucha gente en el lugar del crimen, incluso representantes de los grupos de periodistas, entre otros. Cada año acude menos gente. Este año me imagino que sólo estaremos los que lo conocimos bien", manifestó Genel. "¿Cómo es posible que maten a alguno de nosotros y el resto se quede callado"?

CRONOLOGIA: HECTOR FELIX MIRANDA

Abril 20, 1988
Héctor "El Gato" Félix Miranda es asesinado en su auto camino al trabajo. Los asesinos le disparan dos veces con una escopeta, a corta distancia.

Abril 21
Periodistas y mucha gente más, marchan en Tijuana, exigiendo justicia. La SIP, entre otras asociaciones profesionales, exige justicia en un comunicado al gobernador de Baja California, Miguel de la Madrid.

Abril 30:
La policía arresta a Victoriano Medina Moreno y lo acusa del asesinato. Medina confiesa e implica a su jefe de la oficina de seguridad del hipódromo de Agua Caliente, Antonio Vera Palestina, en el crimen. Medina es condenado al año siguiente.

Mayo 1
Jorge Hank Rhon, propietario mayoritario y administrador del hipódromo, ofrece una conferencia de prensa para negar que está involucrado en el asesinato. La policía declara que Hank Rhon no es sospechoso.

Mayo 3
La policía registra el hipódromo y casi no encuentra evidencias.

Mayo 2, 1990
Vera es arrestado por autoridades mexicanas después de dos años de ser fugitivo.

Marzo 28, 199l
Vera es condenado y sentenciado a 25 años de prisión. Como la policía nunca identifica a nadie ni sospecha de alguien más como autor intelectual o de dar apoyo financiero para el crimen, considera resuelto el caso. Aunque los fiscales declaran el caso todavía abierto, nunca ordenan una investigación sobre el involucramiento de alguien más, además de Medina y Vera.

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