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Juan Carlos Encinas
29 de julio de 2001

Caso: Juan Carlos Encinas



Una piedra en el zapato:

29 de julio de 2001
Jorge Elías

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Cartas a la Autoridad

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Desde la cima del cerro, el mundo gira, pequeño, mientras arrecian las ráfagas. De mareo repentino, de sudor frío, de súbito zumbido. Síntomas propios del soroche (apunamiento) de todo forastero en Bolivia. Que, por encima de los 4000 metros del nivel del mar, vislumbra a lo lejos, siguiendo la uña corva de un índice cobrizo, el punto difuso, campo traviesa, cerca de un tanque de agua, en el que cayó, el domingo 29 de julio, Juan Carlos Encinas. El primer periodista asesinado en años.

¿Un periodista oportuno en el sitio inoportuno o un periodista inoportuno en el sitio oportuno? Un periodista a secas, sin misión asignada al parecer, que iba con una cámara filmadora, o fotográfica, y un grabador portátil en medio de un tumulto de disparos y de piedras. Y que, blanco de un balazo, quedó tendido. En espera de una ayuda que llegaría demasiado tarde.

La gente de Catavi, provincia de Los Andes, a unos 50 kilómetros de La Paz, procuraba defenderse de la invasión de un grupo de 50 o 60 personas que portaban armas, cuentan. Era domingo. Temprano. Estaba amaneciendo. Encinas, herido en la región epigástrica, debajo del abdomen, según las pericias forenses, estaba rodeado de las nueve cápsulas servidas, calibre 9 milímetros, que la policía supo recoger en el rastrillaje de rigor.

Otro disparo dio en el brazo de Juan Mario Ticona Limachi, vecino del lugar. La sangre, aparentemente, trocó en miedo la cólera de los agresores. Que emprendieron de inmediato la retirada en los dos autobuses en los que se habían desplazado hasta las honduras de Catavi. Por una lonja de tierra arcillosa no perdonada por camiones que van y vienen por la piedra caliza. El divino tesoro del cerro, de la supervivencia Encinas, doblado de dolor, según Manuel Quiñajo Mamani, otro vecino, debió esperar desde las 6.30 o las 7 de la mañana hasta después de las 10 para ser trasladado a la clínica San Martín de Porres, de El Alto, a 19 kilómetros de La Paz. "Pero murió por hemorragia interna y anemia profunda", dice su cuñado, René Falcón. Vanos habían sido los primeros auxilios que recibió a mitad de camino. Suero y oxígeno. A mitad de camino entre la vida y la muerte.

¿Por qué Encinas estaba en Catavi? Su mujer, Betty Falcón, es socia de la Cooperativa Multiactiva Catavi Limitada. Que, desde hace tiempo, tiene la concesión para la explotación de la piedra caliza. De la venta, a una compañía cementera, vive el pueblo, de 208 habitantes. Pueblo humilde. De casas bajas, sin ventanas ni revoque, y plaza central despojada. Manzanas escasas a la vera de la ruta hacia El Alto. La ciudad más pobre de América latina, según Mauricio Carrasco Ayala, jefe de redacción de El Diario, de La Paz.

Lejos de la paz

La mujer de don Feliciano Ticona Mamani, uno de los m

"Somos campesinos y estamos desprotegidos", rubrica Marcelo Huaipa. Están en Catavi, a un paso de La Paz. Están, en realidad, a varias lunas de la paz. Pendientes, desde la muerte de Encinas, reportero popular (colaborador independiente de noticieros de televisión y de un programa de radio), de otro ataque de un grupo que, según dicen, ha procurado arrebatarles el sustento: la explotación de la piedra caliza que extraen del cerro.

El conflicto, en el cual tercia el Instituto Nacional de Cooperativas, dependiente del Ministerio de Trabajo, lleva tres años. Encinas, de 39, estaba del lado de los vecinos de Catavi. De aquellos que, como su mujer, forman parte de la Cooperativa Multiactiva. Despuntaba el domingo; sabían que iban a ser atacados. Por los mismos que un año antes, el 5 de julio de 2000, habían destrozado su cámara mientras cubría el enfrentamiento, en medio de otra balacera, para el informativo Enlace, del Canal 21, de La Paz.

Esta vez, su situación era, o parecía ser, diferente. "Creo que se había parcializado por la filiación de su mujer", arriesga Ramiro Linares, jefe de producción del Canal 24, de El Alto. Encinas no era empleado, sino colaborador del programa Impacto Informativo. Así como de Tiempo Nuevo, de Radio Libertad. Estaba vinculado, asimismo, con el Sindicato de Trabajadores de la Prensa de El Alto. Lo recuerdan, en su mayoría, como un buen amigo, de trato amable, carácter alegre y talante optimista.

Después de la batahola, el juez de instrucción en lo penal Alfredo Jaimes, de la Corte Suprema de El Alto, dictó, por requerimiento del fiscal Waldo López Paiva, la captura de ocho personas, liberadas bajo fianza. Posteriormente quedaron detenidos Edgar Mamani Limachi, Julio Limachi Mamani, Eugenio Limachi Mamani, Félix Loza Mamani, Teodoro Limachi Mamani, Juan Laruta Quispe, Agustín Mata Condori y Juan Francisco Limachi Quispe. La reiteración de los apellidos, en especial Limachi y Mamani, no implica parentesco entre ellos.

"Soy juez de medida cautelar -dice Jaimes-. No conozco si el periodista estaba cubriendo alguna información. Se ha concedido la libertad de los sospechosos merced a los artículos 16º de la Constitución Nacional y 6º del nuevo Código de Procedimiento Penal. Que presumen la inocencia del imputado hasta que exista sentencia. La parte imputada ha presentado una serie de documentos, como facturas de luz y de agua, y certificados de matrimonio, que prueban su domicilio en La Paz. No tenía obligación de hacerlo."

Sólo el fiscal López Paiva tiene la facultad de ordenar arrestos. El juez, según explica, no puede actuar de oficio. La investigación, en principio, tiene un plazo de seis meses. Entre los sospechosos de haber jalado del gatillo figuran dos sargentos iniciales técnicos de la Fuerza Aérea, Renato Limachi Ticona y Humberto Alvaro Quispe Limachi, de 22 y 23 años. Primos, en su caso. Destinados a Santa Cruz de la Sierra, a unos 500 kilómetros de La Paz, y a la base de El Alto, respectivamente.

"Esto es una barbaridad, una irresponsabilidad, que pretende desprestigiar a la institución -dice el coronel Víctor Maldonado Guzmán, director general de relaciones públicas de la Fuerza Aérea-. Esos muchachos aún tienen sus armas encajonadas, como vienen de fábrica. No las han usado. Un revólver de calibre 9 milímetros no es necesariamente militar. Cualquiera puede conseguirlo en la calle."

Trofeo de guerra

En la tradición del campesinado de los Andes, según Roberto de la Cruz, periodista de El Diario, es común que el soldado conscripto vuelva a casa con un trofeo de guerra. Un arma robada, generalmente, de modo de evitar la deshonra, como testimonio de su paso por la vida militar. Dos fusiles Máuser han sido incautados, antes de la batalla campal del 29 de julio, entre los agresores de los cooperativistas de Catavi.

El país ha estado convulsionado últimamente por movilizaciones de campesinos y de mineros que reclaman mayor atención del gobierno. Renunció a la presidencia el ex dictador Hugo Banzer, enfermo de cáncer, y asumió, el 7 de agosto, el vicepresidente Jorge Quiroga.

En estado de alerta, mientras tanto, permanece la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), como declaró su presidente, Danilo Arbilla, director del semanario Búsqueda, de Montevideo, ante la escalada de la violencia contra periodistas en América latina. Sólo en 2001, con los crímenes de Encinas y del brasileño Mário Almeida Filho, sumarían 13 (siete en Colombia, dos en México y uno en Bolivia, Brasil, Costa Rica y Paraguay, en forma respectiva). Razón por la cual Alberto Ibargüen, presidente de la Comisión de Impunidad de la SIP y director de The Miami Herald, de Florida, abogó por medidas efectivas de los gobiernos con tal de esclarecerlos y de llevar a los culpables ante los tribunales.

La piedra del escándalo en Bolivia ha sido una carta de la organización Reporteros Sin Fronteras, dirigida al presidente Quiroga, en la cual su secretario general, Robert Ménard, reclama desde París la identificación y la condena de los responsables del asesinato de Encinas, y una investigación que demuestre respeto a la libertad de prensa.

En Catavi no hubo fuego cruzado, según el coronel Luis Caballero, director de la Policía Técnica Judicial (PTJ), de El Alto. Ni un llamado telefónico que alertara a sus hombres, antes de las 10 de la mañana, sobre el grave estado de Encinas.

"El amigo Encinas habrá ido a acompañar a su esposa -dice-. Había hecho recientemente un curso con nosotros sobre investigación criminal y, hasta donde sé, no estaba amenazado. La hipótesis de conflicto ha sido la posesión del cerro por la explotación de la piedra caliza. Ambos sectores sabían que iban a enfrentarse esa mañana."

Exposición excesiva

En la palma de Eugenio Limachi Mamani, uno de los detenidos, la policía halló pruebas de haber disparado un arma. Pero, según Caballero, todo aquel que quiere matar al otro tira a la cabeza o al corazón. No debajo del abdomen, como sucedió con Encinas, ni al brazo, como sucedió con Juan Mario Ticona Limachi.

Tres hijas tenía Encinas: Betty Pamela, de 19 años; Cinthia Gabriela, de 17, y Carla Angelina, de 8 años. Su cuñado, René, dice que iba a haber ese día una reunión de la Cooperativa. "El siempre había hecho un seguimiento pormenorizado del conflicto -dice-. Vivía en La Paz, pero mis padres y mi hermana son de Catavi. Le aseguro que estaban los dos oficiales de la Fuerza Aérea y que nos defendimos como pudimos. Con hondas, lanzando piedras, mientras ellos nos disparaban."

Maldonado se muestra indignado: "Los suboficiales Limachi Ticona y Quispe Limachi no han recibido citación alguna de la policía ni del juzgado -dice-. Ese día, uno de ellos estaba en Santa Cruz y el otro jugaba fútbol en El Alto. ¿Usted cree que un canal de televisión va a cubrir un enfrentamiento entre campesinos a las 6 o las 7 de la mañana de un domingo? La Fuerza Aérea, no obstante ello, no piensa socapar (cubrir) asuntos de esta naturaleza. Si alguno de sus miembros está involucrado, deberá responder. Pero no parece ser el caso hasta que se demuestre lo contrario. No podemos guiarnos por especulaciones de medios de comunicación, agencias de noticias internacionales entre ellos. Ni siquiera nos han consultado. Usted es el primero en hacerlo."

En la cámara y en el grabador de Encinas, en poder de la familia, no habrían quedado registros de los hechos. En el Canal 24, en donde trabajaba de manera independiente, la noticia de su muerte cayó como una estocada: estaba organizando con Linares, el jefe de producción, un festival folklórico.

Más aún en Catavi: "Ellos no son de aquí -dice Gregorio Mamani-. Son contratados por otros que tienen trabajos estables, como una papelera o Coca-Cola, y reciben sus salarios y sus aguinaldos, mientras nosotros dependemos sólo de la piedra caliza".

Y la mirada, taciturna, apunta ahora al cerro. Desde cuya cima dos serenos comunicaron por teléfonos celulares, a eso de las 3 de la mañana del domingo fatídico, que avanzaban los autobuses. Señal de alerta para los vecinos que, reunidos en el centro del pueblo, procuraron evitar el saqueo de sus casas. "Juan Carlos iba al frente de la columna con su camarita y su grabador", dice Manuel Quiñajo Mamani.

Los agresores conocían a Encinas, según los vecinos. Era, con su cámara y con su grabador, una piedra en el zapato. Excesivamente expuesto, sin embargo, si, como dicen, iba al frente de una columna en defensa del pueblo. Por más que sus armas no fueran letales. O, acaso, fueran más letales que las balas, de un lado, y las piedras, del otro. En ráfagas. Como el mareo repentino, el sudor frío, el súbito zumbido. La muerte.

Ficha del caso

Fecha del asesinato: 29 de julio de 2001.

Cómo y dónde fue asesinado: Le dispararon a quemarropa durante un enfrentamiento entre grupos rivales en Catavi, provincia de Los Andes, a unos 50 kilómetros de La Paz.

Posibles móviles: Iba al frente de una columna, con una cámara y un grabador. Pudo haber sido reconocido por su labor profesional o pudo haber sido víctima de un disparo al azar. Aún no había amanecido, según los testigos.

Presuntos autores/implicados: Hay ocho detenidos. Uno de ellos, Eugenio Limachi Mamani, tenía señales en la palma de la mano derecha de haber tirado con un arma de fuego, según las pericias policiales. Hubo nueve disparos. Uno dio en Encinas; otro hirió a Juan Mario Ticona Limachi, vecino de Catavi, en el brazo.

Irregularidades en el proceso: La policía, según los vecinos, tardó demasiado en llegar al lugar del crimen. Encinas murió camino a la clínica en la que iba a ser atendido, más de tres horas después de ser herido en la región epigástrica, debajo del abdomen. El juez, por requerimiento del fiscal, ordenó la detención de ocho personas, luego liberadas bajo fianza, y dispuso posteriormente ocho nuevas capturas. El fiscal tiene seis meses para la investigación.

Ficha personal

Lugar de nacimiento: La Paz, Bolivia
Edad al fallecer: 39 años
Estado civil: casado

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